Inglaterra se levantó hace unos días conmocionada por los incidentes ocurridos en el partido de Carling Cup entre “hooligans” del West Ham y del Millwall. El “hooliganismo” en el fútbol es, a día de hoy, un gran problema a nivel social en toda Europa, pero se puede considerar que su semilla se plantó y creció en el fútbol inglés. El fútbol es una parte de la cultura de los británicos desde que este deporte existe, y el apoyo a unos colores, en Inglaterra, se convierte en una manera de vivir. Muchas veces este apoyo ha llegado demasiado lejos. Se puede decir que los “hooligans” holandeses, italianos, alemanes y españoles han copiado los peores hábitos de sus “colegas” ingleses. Sin embargo, mientras en estos países se comienzan a tomar medidas drásticas, en los países de lo que antiguamente se conocía como el telón de acero, comienza a extenderse una nueva ola de violencia.
Bloody Sundays
En Inglaterra, las tradicionales broncas de los domingos que asolaron su fútbol en los 70 y 80 son ya un mal recuerdo. Los legendarios “ejércitos de superhooligans”, como los “cazadores de cabezas” del Chelsea, han ido desapareciendo debido a una legislación muy estricta y nada permisiva, a circuitos internos de televisión que son obligatorios en todos los estadios, a la localización de los “hooligans” de cada equipo, a unos horarios que impiden que los hinchas acudan borrachos a los estadios, etc… Ha habido pequeños brotes que han sido afortunadamente atajados. En Inglaterra aún se recuerda uno de los más impactantes actos de gamberrismo de los últimos años, cuando aficionados del Sheffield United saltaron al campo y agredieron a un juez de línea dejándolo inconsciente por no haber pitado una mano. La policía intervino y se les sancionó sin poder entra en recintos deportivos de por vida. La policía reparte sus fichas entre la seguridad de los clubes de fútbol para que se cumpla la ley y esa gente no pueda pisar un recinto deportivo nunca más.
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